El evangelio según Klinki
Igor Sergei Klinki

 

El pueta en los tiempos de la inquisición

Introducción ¶
Lamentación por los
pueblos de América¶
La parábola de las
monedas de plata ¶

La parábola de los obreros de la última hora ¶
La parábola del tesoro ¶

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INTRODUCCIÓN

Llamado con frecuencia "el apóstol número trece", por su sempiterno interés en el nuevo testamento, Klinki expone en esta sección una versión aggiornada de algunos pasajes de los evangelios —no aprobada por el Vaticano, aun— como humilde contribución a su exégesis.

ÁTICO

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LAMENTACIÓN POR LOS PUEBLOS DE AMÉRICA

Lucas 10, 12-15

12 Y los mercaderes se reunieron en lo más alto
de las Twin Towers a ver que tan bueno era el fruto
de los Balcanes.
Y echaron a los negros y a los chicanos que los servían
para que no confabulasen contra ellos; sirvieron manjares
con sus propias manos y bebieron de la sangre
sin importarles que era Sábado.
Y los centuriones observaban en silencio
mientras pulían sus medallas.
13 Los gruesos vidrios blindados y la gruesa altura
impedían que se escuchase la voz de la alcantarilla,
desde la que el Poeta recriminaba con timbre de trueno:
"¡Ay de tí, Nueva York! que no miras para abajo,
que no ves lo que te sostiene.
Yo te aseguro que perderás el Juicio. La tierra
de Albión tendrá una oportunidad antes que tú".
14 Y dicho esto se durmió en los vapores
del mal vino de los otros borrachos
y fue orinado por los perros.
15 Y los mercaderes terminaron su reparto
y los centuriones bebieron y comieron,
y los negros y los chicanos fueron autorizados
a pellizcar las sobras y limpiar todo
antes de la salida del sol.

ÁTICO

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LA PARÁBOLA DE LAS MONEDAS DE PLATA

Mateo 25, 14-30

14 El Reino de los Cielos se comportará también
como los créditos del First National Bank.
15 Se presentaron tres servidores.
El primero, de clase alta, fue atendido
en el despacho del director, buen whisky
y mejor habano con el café.
16 El segundo, de clase media, esperó
un buen rato, de pie, en los pasillos.
17 El tercero, un granjero, fue detenido
en las puertas giratorias
por el personal de seguridad.
18 Finalmente el granjero fue admitido
en tesorería para que investigaran
su estado patrimonial.
19 El segundo continuaba esperando,
de pie, en los pasillos.
20 El primero reía a más no poder
con el director del First National Bank,
mientras ambos observaban por circuito cerrado
el comportamiento de los otros peticionantes.
21 Después de un largo tiempo,
una empleada del First National Bank le ofreció 
una silla desvencijada al segundo.
22 El tercero quería irse pero no lo dejaban.
Tenía que seguir firmando unos papeles
al parecer muy importantes.
23 Antes de retirarse, el primero le recomendó
al director, amablemente, que no restringiera
la actividad de su corporación. De lo contrario, 
se vería obligado a liquidar el First National Bank.
24 El segundo se cayó de la silla desvencijada
y tuvo que ser atendido en el Saint John's
Memorial Hospital por una fractura de sacro
y desprendimiento de retina.
25 En la puerta giratoria, el granjero
fue nuevamente detenido por el personal de seguridad
para granjearle el paso al primero, que en ese
preciso momento se retiraba sonriente.
26 En el hospital le comunicaron al segundo
que afortunadamente el First National Bank
había aprobado su solicitud. Desafortunadamente
el monto del crédito otorgado no cubría
los gastos de internación y cirugía.
Para no mencionar, expresó la enfermera Simmons,
el asunto de la anestesia.
27 El tercero llegó a su granja y vio
a Eddie, el buldozero, arrasando el terreno
donde antes estuviera su granero.
"Perdona, Ames, —dijo Eddie—
pero si no lo hago no me otorgarán
el maldito crédito", y cargó contra la casa
del tercero con el buldozer amarillo.
28 El segundo, con su ojo sano,
boca abajo en la estrecha cama,
apenas si distinguía los papeles
que el director del Saint John's Memorial Hospital
le presentaba para su vista y conformidad.
Con mano temblorosa, el segundo firmó lo mejor que pudo
cada uno de los muchos papeles
bajo la atenta mirada del director del
Saint John's Memorial Hospital.
Después solicitó —amablemente— si podían bajar
la cortina del cuarto porque deseaba descansar.
29 El granjero observó sus diez años
de trabajo duro alejarse en las fauces
del buldozer que con mano diestra
Eddie conducía de aquí para allá.
Un rechinar de dientes se dejaba oír
por la pradera.
30 Ya de noche, en el penthouse del primero,
el director del First National Bank
apostaba unas cuantas monedas de plata
porque había recibido una buena mano.
Un full precisamente, que como todomundo
sabe son tres y dos iguales.

ÁTICO

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LA PARÁBOLA DE LOS OBREROS DE LA ÚLTIMA HORA

Mateo 20, 1-16

1 Porque el Reino de los Cielos
se parece a la United Fruit Co.
que cierto día, muy temprano,
apareció en distintas regiones
de centro y sur américa para recoger
los frutos de la tierra que allí se prodigaban.
2 En todas partes se contrató obreros
a razón de unos pocos dólares por mes
para extraer y transportar la fruta
hasta los depósitos de la United Fruit Co.
3 Como las gentes de esos pueblos
eran muy pobres, todos se alegraron
y festejaron la bondadosa oferta
de la United Fruit Co.
4 Y muchos de ellos salían temprano
de sus casas a trabajar en los campos
y volvían muy cansados por la noche.
5 Al cabo del primer mes
muchos obreros que no habían
sido contratados, acudían
a las oficinas de la United Fruit Co.
a solicitar su incorporación.
6 Y como la United Fruit Co.
era muy generosa y observaba
que las gentes trabajaban sin descanso
siguieron empleando a los necesitados,
que en realidad abundaban allí
como la misma fruta.
7 Durante el segundo mes
algunos de los primeros
comenzaron a quejarse
tímidamente, porque todavía
no se les había rendido
ningún salario por el fruto de su esfuerzo.
8 Y los más desconfiados
comenzaron a sembrar dudas
sobre las intenciones de la United Fruit Co.
y alertaban y prevenían al resto
y trataban de organizarlos
para reclamar lo que a su entender
era justo y conveniente.
9 Los directivos de la United Fruit Co.
enviaron entonces sendas directivas
a los centuriones locales, tal era su poder,
para que contuvieran, controlaran
y/o acallaran las manifestaciones
de los inadaptados de siempre.
10 Y muchos fueron convencidos,
tortura y cárcel mediante,
de las buenas intenciones
de la United Fruit Co.
Y los que no fueron convencidos,
tortura y cárcel mediante,
sencillamente desaparecieron
como por arte de magia.
11 Nadie volvió a saber de ellos
durante los muchos años
transcurridos desde que se instalara,
para beneficio de la región,
el estigma del progreso
simbolizado por la United Fruit Co.
12 Después de mucho trabajar
los primeros decidieron
desoír las tentadoras promesas
de la United Fruit Co.
y abandonaron sus puestos de trabajo
sin importarles si los recompensarían o no.
13 Algunos de ellos se alegraron
de que la United Fruit Co.
no les prestara la menor atención
y se cuidaron muy bien
de levantar la más mínima queja
(o lamentarse de su triste destino)
incluso en sus propias moradas.
14 Y cada vez había más necesidad
en esos pueblos de centro y sur américa,
porque la fruta que antes recogían del suelo
y de los árboles para su sostén y alimento
ahora tenían que pagarla a un precio
nada razonable a la United Fruit Co.
y la forma más razonable de pagarla
al parecer era enrolarse en las largas
filas de la United Fruit Co.
15 Y los que no podían pagar con moneda
debían hacerlo con trabajo
y a causa del precio nada razonable
siempre quedaban en deuda
a pesar de que todos trabajaban sin descanso
para la expansión de la United Fruit Co.
16 Así, no importando en qué orden
se habían incorporado, nadie en esos pueblos
recibió un solo dólar de la United Fruit Co.
Muchos años más tarde advirtieron que tampoco
quedaban frutos en esas tierras
y que ya las mismas tierras no les pertenecían
y que estaban endeudados hasta las raíces
porque todo era de la United Fruit Co.
que como la muerte, ahora saben, iguala para abajo.

ÁTICO

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LA PARÁBOLA DEL TESORO

Mateo 13, 44

44 El Reino de los Cielos
se parece a un tesoro
escondido en un campo;
un hombre lo encuentra
y como es muy pobre,
no puede comprar el campo
para quedarse legalmente
con su precioso hallazgo.
Toma el tesoro y corre,
pero el dueño del campo
advirtiendo la violación
de su propiedad privada,
le dispara y lo mata
de un escopetazo.
Y engrosa su fortuna
con el tesoro encontrado
en su campo
por el pobre infeliz.

ÁTICO

 

 


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